ESTUDIOS DE HISTORIA DE ESPAÑA
Número 36 (diciembre 2022)
Ignacio de Loyola en Alcalá de Henares (1526-1527)
Hiroshi Sakamoto
Es bien sabido que la Compañía de Jesús lideró la Iglesia católica durante la Contrarreforma, oponiéndose al protestantismo. Sin embargo, muchos estudios olvidan que en sus inicios la Compañía estuvo bajo sospecha de herejía porque su fundador, Ignacio de Loyola, había sido juzgado ocho veces antes de que el Papa Pablo III la reconociera en 1540. Cabe señalar que fue durante su estancia en Alcalá de Henares (1526-1527) cuando se le juzgó por primera vez. Este artículo analiza justamente este primer juicio.
Cuando llegó Ignacio a Alcalá, este lugar no sólo era una ciudad universitaria en desarrollo, sino también el centro de un movimiento de renovación religiosa. Muy cerca de allí, se localizaba el monasterio franciscano de Salceda: la cuna de la mística española. Los practicantes del misticismo difundido entre los laicos de Guadalajara y Pastrana llegaron a ser conocidos como los alumbrados y en 1524 la Inquisición de Toledo los arrestó por sus actividades. Al final, las pesquisas determinaron que Ignacio había tenido contacto con ellos y lo detuvieron en 1526.
Los estudiosos sobre los jesuitas se han enfrentado a una gran dificultad cuando tienen que tratar el periodo de Alcalá. Esto se debe a que Ignacio no sólo fracasó en su formación académica, sino que también la Inquisición lo aprendió. Además, al intentar profundizar en este periodo, los estudiosos se han visto obligados a hablar de su relación con los alumbrados. Las autoridades finalmente lo absolvieron, pero lo anterior tuvo consecuencias fatales para él durante toda su vida, al grado de ser casi un pecado original.
Posteriormente, Loyola fundó con éxito la Compañía de Jesús, la cual se convertiría en la gran orden religiosa de los tiempos modernos. Sin embargo, para comprender a los jesuitas no se debe centrar sólo en este hecho, sino que es necesario mirar las actividades de Ignacio durante el periodo de Alcalá. Es difícil imaginar para muchos que alguien que la Iglesia católica terminó canonizando, pudo haber finalizado sus días quemado en una hoguera. De igual manera, es difícil concebir que ese líder católico que rivalizaría con Martín Lutero en los años posteriores, había realizado los Ejercicios Espirituales a un reducido número de mujeres.
El propósito de este trabajo es aclarar la imagen real de Ignacio de Loyola durante el periodo de Alcalá a partir de dos puntos poco analizados plenamente, ya que los estudiosos sobre el tema no se han liberado de la imagen de Ignacio como defensor de la fe ortodoxa.
El primer punto es la relación entre Ignacio y los alumbrados. Hasta ahora, el debate ha girado en torno a si Ignacio era un miembro de este movimiento o no, pero este ha resultado ser estéril, ya que el término alumbrado es una categoría poco precisa e indefinida. Cualquiera que hablara sobre el amor de Dios en esa época podría ser etiquetado como un alumbrado. Si se cotejan las actas de Alcalá con los procesos inquisitoriales de los alumbrados, es evidente que Ignacio tenía relaciones amistosas con las personas asociadas a ese movimiento y las enseñanzas emprendidas por él se parecían a las de ellos. La suerte jugó a su favor y lo absolvieron, pero en realidad estuvo muy cerca de cometer herejía.
El segundo punto de análisis es la labor misionera de Ignacio durante el periodo de Alcalá centrada principalmente en la orientación espiritual de las mujeres. Les dio una versión simplificada de los Ejercicios Espirituales. En concreto, las instruyó en los exámenes de conciencia dos veces al día, la confesión y la comunión semanal. También, retomó los Diez Mandamientos y la oración sobre los pecados capitales, etc. A primera vista, esto no parece diferir mucho del catecismo ordinario. Sin embargo, el hecho de que las mujeres a las que Ignacio enseñaba se desmayaran una tras otra, sugiere que iban más allá del catecismo ordinario y comenzaban a andar por el camino del espíritu.
¿Cuáles eran las enseñanzas de Ignacio que les atraían tanto? Las mujeres que Ignacio dirigió espiritualmente en Alcalá pertenecían a los estratos más bajos de la jerarquía social. Tenían diversos problemas, eran propensas al suicidio, habían sido prostitutas o eran viudas a pesar de haber dado a luz y vivían con sus padrastros. En aquella época, Ignacio aún no era sacerdote, por lo que no era competente para administrar los sacramentos (confesión y comunión). Así que esas mujeres no se congregaban por obligación, sino por algo más. Acudían a Ignacio en busca de un consuelo espiritual que no les podían ofrecer los párrocos. Loyola les enseñó que podían mejorar su forma de vida examinando su conciencia y confesando sus pecados. Estas enseñanzas terminaron por animar a las mujeres.