スペイン史研究

ESTUDIOS DE HISTORIA DE ESPAÑA

Número 21 (diciembre 2007)

La política de Gregorio VII y Urbano II en Cataluña y su consecuencia: un caso de la extensión de las actividades de la Iglesia Romana en el Mediterráneo

por Toshihiro Abe

Los papas de la época de la Reforma Gregoriana, sobre todo Gregorio VII y Urbano II, intentaron extender sus actividades a España, que prácticamente se mantenía algo alejada con relación a la Iglesia Romana. En Cataluña, donde los príncipes laicos y los clérigos habían mantenido contacto con el Papado desde las épocas anteriores, los Papas actuaron más activamente. En este estudio, intenté analizar la política de los Papas y su consecuencia en Cataluña utilizando los documentos pontificales de la época.

En esta época, la Iglesia Romana pretendió alcanzar cierta autoridad e influencia alrededor del Mediterráneo. Siguiendo esta estrategia, en el pontificado de Alejandro II (1062-1073), la Iglesia Romana tomó contacto de manera activa con Cataluña por primera vez. Él envió su legado pontificio a la Península y empezó las actividades de la reforma eclesiástica. Su sucesor, Gregorio VII (1073-1085), actuó enérgicamente para aumentar su influencia política-religiosa e intentó avanzar la reforma como la renovación de la vida sacerdotal en Cataluña. Él envió sus legados a Cataluña, promulgó las bulas, y su legado dirigió un concilio para la reforma en Cataluña. Esta política del Papa tuvo gran éxito en Cataluña, donde existía una situación política muy caótica en la que los obispos, abades y magnates querían tener la protección de la Iglesia Romana. Los obispos de Cataluña visitaron Roma para obtener el apoyo del Papa y participaron en reformas tales como la renovación de la vida sacerdotal y la introducción de la regla agustiniana. Por su parte el pontífice consiguió algunas donaciones y permitó las exenciones a algunos monasterios en Cataluña. Algunos magnates donaron los terrenos a la Iglesia Romana y prestaron el juramento de fidelidad al Papa y se convirtieron en súbditos pontificiales. Podemos observar que la influencia papal, los bienes y las iglesias que se encontraban bajo la órbita del Papa iban en aumento. Con el aumento de su influencia, el pontífice intervino en los asuntos políticos también. Apareció cierta vinculación entre Cataluña y la Iglesia Romana.

En el pontificado de Urbano II (1088-1099), apareció un nuevo objetivo; Urbano intentó la reorganización de la Iglesia en el contexto de la centralización de esta institución. En el caso de Cataluña, el Papa intentó poner a la Iglesia de Cataluña, tanto a los obispados como a los monasterios, bajo la dirección de personas fieles a él. En su plan, los clérigos seculares de Cataluña tendrían que pertenecer al arzobispado de Toledo y los clérigos regulares a los monasterios francos. Por otra parte, quería impulsar la conquista y la restitución del arzobispado de Tarragona como un elemento de la reorganización bajo su dirección. El Papa confió esta conquista al obispo de Vic, su condfidente en Cataluña. En esta política, la Iglesia de Cataluña tendría que obedecer a los personajes fuera de Cataluña. El plan de la conquista tendría que desarrollarse bajo la dirección de un obispo y no de los príncipes laicos como el conde de Barcelona.

A partir del análisis de los documentos, queda claro que estas tres políticas del Papa, es decir, la centralización de los obispados bajo la autoridad del arzobispado de Toledo, la dependencia de los monasterios de Cataluña con los monasterios francos y la conquista de Tarragona no tuvieron éxito, debido a la reacción de Cataluña ante tal política. En cuanto a la primera política, la Iglesia de Cataluña no obedeció al arzobispado de Toledo. En cuanto al segundo objetivo, tampoco tuvo éxito porque había conflictos entre la Iglesia de Cataluña y los monasterios francos. En el caso del monasterio de Sant Cugat del Vallés, podemos observar detalladamente el pleito a partir de los documentos procesales. La parte de Cataluña ganó en este asunto y podía mantener su independencia frente a las disposiciones del Papa. El tercer objetivo del Papa, la conquista de Tarragona, tampoco tuvo éxito. Finalmente el obispo de Vic no pudo conquistar Tarragona a pesar de los apoyos del Papa.

En resumen, fracasaron las políticas del Papa que se planearon sin tener en cuenta la situación propia de Cataluña. La Iglesia de Cataluña no siempre obedeció a las políticas del Papa y empezó a tener su propia política.

Durante este proceso, disminuyó la autoridad del obispo de Vic, el confidente del Papa en Cataluña, y el obispado de Barcelona disfrutó de cierta importancia en la Iglesia de Cataluña. En la época posterior, el obispo de Barcelona tuvo la iniciativa en la conquista de Tarragona y la reforma eclesiástica de Cataluña cooperando con el conde de Barcelona. Es decir, los personajes de Cataluña empezaron a tomar la iniciativa en las políticas que procedían del Papa. Ellos conquistaron Tarragona y formaron el arzobispado propio de Cataluña. En los años posteriores, la reforma eclesiástica avanzó en el marco del arzobispado bajo la dirección de los personajes de Cataluña, no del Papado.

Se puede decir que las actividades de la Iglesia Romana de la época tuvieron cierta importancia en en desarrollo de Cataluña en dos puntos. Primero, Cataluña obtuvo cierta vinculación con la Iglesia Romana, es decir, cimentó la relación con el mundo latino-católico y empezó a componerse como una parte de éste a través de las actividades de los Papas. Segundo, con la influencia de la política pontificia, se formó el propio arzobispado de Cataluña teniendo a los personajes de Cataluña como líderes y la gente de Cataluña empezó a tratar los asuntos eclesiásticos de la región por su propia cuenta. Podemos observar que fue una época importante para el desarrollo de Cataluña como región.

 

El culto de los santos en las ciudades castellanas modernas

por Shunta Uchimura

En los países católicos modernos floreció el culto a los santos, y también en la comunidad de Castilla, tanto urbana como rural, se activó el culto como la religión popular. Recientemente el investigador de la historia urbana, el Dr. F. Martínez Gil, lo califica no sólo de religiosidad popular sino también de instrumento de la integración social por la oligarquía urbana. Según él, la oliagarquía encubrió su opresión en la sociedad urbana por el culto compartido con el pueblo. En el presente ensayo, desde el punto de vista de la política oligárquica, analizaremos el culto de Santa Leocadia (patrona de la ciudad de Toledo) en la segunda mitad del siglo XVI. Por la lectura del documento sobre la fiesta dedicada a ella mostraremos el acto de la representación por la oligarquía toledana y su estrategia política.

Santa Leocadia era una de los tres patrones santos propios de Toledo. Esta santa murió en la gran persecución contra los cristianos en 304. Aunque era objeto de culto por los toledanos medievales, su reliquia estaba en Flandes. Puesto que en Toledo la autoridad urbana y la iglesia local en el siglo XVI se esforzaron para recuperar las reliquias de sus patrones, la de Leocadia fue transportada de Flandes a Toledo con las ayudas del rey y de la compañía de Jesús. El jesuita castellano Miguel Hernández trasladó esta reliquia, y gracias a su relación es posible analizar la fiesta para celebrar su regreso el 26 de abril de 1587 con la presencia del rey Felipe II.

Por el análisis de esta fiesta podemos conocer la estrategia política de la oligarquía, porque en dicha fiesta había no sólo representaciones de la imagen religiosa de Leocadia sino también de la imagen política del rey con un intento claro. Sus detalles son los siguientes:

1) Lo interesante es que esta fiesta tuvo un carácter similar a la ceremonia de la entrada real a Toledo por Felipe II en 1559. En ambas entradas, del rey y de la reliquia de Santa Leocadia, la oligarquía los acogió delante de la puerta de la ciudad y celebró la procesión bajo el palio hasta la catedral. Ya que el palio era un instrumento especial para la fiesta del Corpus Christi, solamente el rey y la patrona santa podían utilizarlo. Por el uso de este palio la oligarquía representó a ambos como dos protectores de la ciudad de Toledo con la santidad religiosa.

2) Por otro lado, la oligarquía expresó el mensaje político al rey. En esta fiesta la autoridad urbana fabricó los tres arcos de triunfo dedicados al príncipe Felipe, Santa Leocadia y el rey Felipe II. Alrededor de cada uno de ellos, la oligarquía toledana dispuso las dedicatorias en latín y las pinturas de El Greco. En el tercer arco dedicado a Felipe II la oligarquía conmemoró principalmente las obras políticas reales, y al contrario hubo pocas menciones de los amparos religiogos reales, como la ayuda para trasladar la reliquia. Es decir, las pinturas alegóricas fueron pintadas para celebrar la sucesión del trono portugués por Felipe II en 1580. En una de las dichas pinturas la gente pudo ver una imagen en la que el río Tajo era navegable desde Toledo a Lisboa, porque desde 1581 la ciudad de Toledo lo excavaba para la navegabilidad con ocasión de la unión de las coronas castellana y portuguesa. En este contexto Felipe II fue nombrado como el buen rey, y Toledo como la gloriosa ciudad floreciente gracias al comercio con Lisboa por el río Tajo al amparo del rey. Por lo tanto, aunque esta fiesta fue fundamentalmente religiosa, la oligarquía expresó el vínculo político entre su ciudad y el rey. Podemos decir que la oligarquía intentó ofrecer al rey el mensaje político, y que es posible estimar que su estrategia de la representación fue pricipalmente dedicada al rey. Aunque en realidad Felipe II había cargado impuestos graves a las ciudades castellanas, o más bien por eso, la oligarquía toledana intentó construir la colaboración política con la realeza con ocasión de la fiesta religiosa y del contacto directo con el rey.

Llegamos a la conclusión de que en la ciudad de Toledo el culto de su patrona santa era el escenario del acto de la representación por la oligarquía urbana, y que la oligarquía lo utilizó para estabilizar su dominio de la sociedad urbana. Sin embargo, a diferencia de la opinión de Dr. Martínez Gil, el objeto principal de la representación por la oligarquía no era el pueblo sino la realeza, y la representación del rey fue utilizada para expresar el afán de construir un vínculo ideal entre el rey y la ciudad. No obstante, nuestro análisis es simplemente sobre un aspecto de la variedad del culto de los santos en las ciudades castellanas modernas, y hay que seguir la investigación de otros casos y profundizar en el análisis.

 

El problema inmigratorio en Cataluña en la década de 1930

por Yosuke Satoa

En las décadas de 1910-1920, Cataluña experimentó una gran ola inmigratoria. La mayoría de los inmigrantes era originario del resto de España, como Valencia, Aragón, Murcia y Andalucía. La fuerte corriente inmigratoria arribada a Cataluña causó varios problemas sociales como el problema del desempleo, actos criminales, el deterioro de la sanidad pública y la escasez de viviendas, y despertó una profunda preocupación por la decadancia de la raza catalana. En la década de 1930, el problema inmigratorio fue discutido activamente por demógrafos, racistas, periodistas, etc. El debate se enfocó en los "murcianos" sobre todo. Este artículo intenta estudiar por qué el problema inmigratorio que subrayó a los "murcianos" se discutió en la década de 1930, arreglando e integrando todo lo posible los resultados de estudio sobre la inmigración acumulados hasta ahora, como los estudios demogáficos y sobre la segregación espacial y social dentro del espacio urbano. Además, intenta aclarar que el aspecto cultural, más que el número de inmigrantes, fue escencial para el problema inmigratorio.

La gran ola inmigratoria a Cataluña en las décadas de 1910-1920 se produjo por una fuerte demanda de mano de obra a causa de la industrialización de Cataluña durante la Primera Guerra Mundial y las obras públicas realizadas en Barcelona durante la Dictadura de Primo de Rivera. La mayoría de los inmigrantes no catalanes como trabajadores no cualificados afluyó a Barcelona y otras ciudades industriales como Sabadell, Badalona y l'Hospitalet. Según el censo de 1930, la población inmigrante no catalana en Cataluña constituía un 19.6% de la población total y en Barcelona más de un 37%. Los provenientes de Valencia y Aragón habían afluido gradualmente en el proceso de industrialización de Cataluña a partir de la segunda mitad del siglo XIX. En las décadas de 1910-1920, la inmigración arribada a Cataluña se diversificó y procedía de casi todas las regiones españolas. Especialmente, los inmigrantes del sureste de España arribaron a Cataluña como trabajadores debido a que muchos jornaleros de las áreas agrícolas en el sureste vivían en la pobreza a causa de la inflación a partir de la Primera Guerra Mundial. Por eso, en la década de 1920, el número de inmigrantes originarios de Murcia y Almería aumentó rápidamente. Los murcianos y almerienses se confundían y llegaron a llamarlos "murcianos" a todos.

En Barcelona y los municipios periféricos, se produjo una grave escasez de viviendas a causa de la llegada masiva de inmigrantes. La mayoría de los inmigrantes eran trabajadores no cualificados que estaban mal pagados y se vieron obligados a vivir en barracas muy mal concentradas en las áreas marginales de la ciudad. Para resolver este "barraquismo", se construyeron viviendas públicas llamadas "casas baratas". El proyecto de las casas baratas concentró a los inmigrantes en áreas totalmente suburbanas y causó un antagonismo entre los inmigrantes y los habitantes catalanes como el caso de Santa Coloma.

En el barrio de Collblanc-la Torrassa en l'Hospitalet, casi todos los habitantes eran nacidos fuera de l'Hospitalet. En especial la proporción de los habitantes nacidos en Murcia y Almería era alta (un 26% de la población total), por lo tanto Collblanc-la Torrassa llegó a llamarse "Murcia Chica". A causa del asentamiento de los inmigrantes de Murcia y Almería, que vivían en viviendas malas llamadas "passadissos", hablaban castellano, y conservaban culturas y costumbres diferentes de Cataluña, se produjo una fricción entre los habitantes de Collblanc-la Torrassa y los de otros barrios dentro de l'Hospitalet. Carles Sentís, periodista, cubrió el barrio de la Torrassa y publicó una serie de reportajes en el semanario el Mirador entre octubre de 1932 y enero de 1933 sobre los problemas de la inmigración, en especial los inmigrantes de Murcia y Almería, como la propagación del tracoma y el anarquismo radical. Desde entonces, aumentaron los artículos sobre el barrio y los murcianos y almerienses en varios periódicos.

Por los reportajes de Sentís y otros artículos, se produjó una mitificación como si Collblanc-la Torrassa fuera la comunidad de los inmigrantes murcianos y el problema inmigratorio pudiera resumirse en el problema de los inmigrantes de Murcia y Almería, llamados "murcianos". Sin embargo, en realidad los murcianos y almerienses no obtuvieron la mayoría absoluta de la población inmigrante no catalana en Cataluña, Barcelona ni aún en Collblanc-la Torrassa.

Como factores de la mitificación, podemos observar la diferencia de linguística-cultural, el período y la forma de residencia. Los inmigrantes de Valencia y Aragón gradualmente afluían a Cataluña desde la segunda mitad del siglo XIX y los valencianos hablaban catalán. Por eso, podemos decir que los valencianos y aragoneses ya se habían integrado en la sociedad catalana en las décadas de 1920-1930. Por otra parte, los inmigrantes de Murcia y Almería llegaron en gran cantidad y en un período corto, agrupados según la región de la que procedían y hablaban castellano y conservaban culturas y costumbres diferentes de Cataluña. Además, podemos ver que la información más o menos magnificada del periodismo como los reportajes de Sentís formaron una mala imagen colectiva de los "murcianos".

 

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