スペイン史研究

ESTUDIOS DE HISTORIA DE ESPAÑA

Número 16 (diciembre 2002)

La relación entre el monasterio de Sant Cugat y el noble castellano Bernard Otger en la marca del condado de Barcelona a mediados del siglo XI

por Motoki Murakami

Según la teoría tradicional, que ha propuesto una mutación política y socioeconómica en torno al año 1000, la transición al feudalismo (la mutation féodale, the Feudal Revolution). En los años los señores eclesiásticos de los monasterios catalanes gradualmente decayeron en especial alrededor de 1030, enfrentándose a usurpaciones de sus bienes derechos, por los castellanos, miembros de un joven y nuevo estrato social, que tenían castillos y territorios en la zona de frontera (marca del condado de Barcelona): Esto se produjo a causa de la debilitación de la justicia administrada en audiencias públicas, sobre un código escrito (Liber Iudiciorum), y también del declive de las autoridades condales que sostenían este tipo de sistema judicial, es decir, los monasterios catalanes no tenían ningún instrumento para defenderse contra la ilegalidad y violencia de los belicosos señores laicos.

Bernard Otger, uno de estos castellanos, en ocasión de su conflicto con el notorio monasterio de Sant Cugat del Vallés (1037), que ya había ampliado sus dominios por la zona de la frontera, no acceptó el procedimiento a estilo romano-visigótico que estaba sobre Liber Iudiciorum sino que reclamó la ordalía de agua fría, y en consecuencia consiguió un veredicto favorable. Y a través de convenientia que dos veces comprometió con el monasterio (1040, 1044), recibió un castrum y otras propiedades que estaban por la zona fronteriza suroeste del condado de Barcelona.

La relación entre ambos se ha considerado ambivalente: por un lado, muestra la decadencia en la autoridad pública que representaban los condes, los jueces y los prelados; por otro, la extensión del poder privado de castellano.

A todo esto se añade que, en el fondo de esta manera de ver, influyen dos conocimientos esenciales: uno es que las ordalías o la excomunicación se oponían al sistema justicia público, por eso, estos recursos religiosos tenían sólo una significación negativa para unos clérigos. Otro factor es que, a la mitad del siglo XI, los monasterios catalanes eran un desastre espiritual, ante de todo, debido a la simonía, y no habían dado casi síntoma de reforma eclesiástica, excepto la congregación de Oliva, alrededor de Ripoll y Cuixà; las tentativas proyectadas para corregir esta situación provenían sólo de algunos laicos de buena voluntad.

En primer lugar, pero, a propósito de la ordalía de 1037, no es posible decir que ésta condujo a la decadencia de la justicia pública. El comportamiento de los asistencias nobles, además de Guitardo, el abad de Sant Cugat, y de Bernard, apoyan esta interpretación. Y también, los estudios en estos últimos años nos enseñan que tanto a los clérigos como a los laicos les importaba no sólo el código escrito, sino las penas religiosas. Además, según su último arreglo, no simpre se puede afirmar “el triunfo” de una forma o de otra de Bernard Otger.

En segundo lugar, en cuanto a la primera donación del castrum de Albinyana (Albiñana) que el monasterio ejecutó a Bernard (1040), también es diferente de la comprensión tradicional, es muy difícil considerarlo como la “pérdida” de la propiedad de Sant Cugat, examinando sus contenidos o sus formas, y se comprenden gracias a cartas semejantes publicadas anteriormente. Es mejor situarlo en la sucesión de políticas propias del monasterio, mediante las cartas de población (carta-puebla), que estaban ya desarrolladas desde los años 1010. Aunque el monasterio cedió este castrum, el mismo nunca había desarrollado sus propiedades en la frontera, a su cuenta antes de éste, además no es posible decir que el sus monjes tenían aún unos suficientes conocimientos sobre la misma zona en general. Y también, la condición con que el monasterio cargó a Bernard cambia el otorgamiento. No es leve, sino es, no parece, pesado relativamente, y en este punto, es posible preguntarse, ¿fue el convenio más favorable para Sant Cugat?

El cambio de gobierno en Zaragoza (1039) y la agravación de la relación entre los condes catalanes y los nuevos jefes musulmanes de la misma ciudad, ha parecido incitar este otorgamiento de 1040: es de suponer que el monasterio desarrolló la propia política para defensar la religión aliándose con Bernard Otger. La condición de observación, y su contenido o vocabulario no permiten suponerlo.

En último lugar, la publicación de cartas de población por Sant Cugat nos parecen hechas con propósito más político y militar que económico. Pues bien, lo que había logrado para el monasterio con este tipo de acuerdo con Bernardo creemos que es una presencia de las alianzas entre el Sant Cugat y sus vecinos, poderosos laicos en la frontera, través de las otras cartas de población que estaban publicadas antes de ésta. Ramón Hisnaberto es un ejemplo, su padre fue probablemente un poderoso muy amigable para el monasterio. Hisnaberto fue el promotor de la Santa Oliva, cerca de Albinyana.

Ramón Hisnaberto, que se presentaba al litigio y al convenio entre ambos, pero notablemente se puso en primer plano en la convenientia de 1044, cual condiciones indicó Bernard dar mismo Ramón el medio de las propiedades que le había dado el monasterio como el fevum. Sobre esto, nos podemos explicar por qué Sant Cugat tenía la intención de haber Ramón, el vecino relativamente amigable para el monasterio, pues contener Bernardo al flanco, o la intención de realizar un género de “seguridad colectiva” basada sobre la red de “fidelidad”: el propósito de regular unas relaciones entre dos laicos poderosos.

Lo que observamos entre el Sant Cugat y Bernard Otger, por consiguiente, no es la oposición entre el monasterio, miembro del antiguo poder público y el castellano, que impulsó el nuevo sistema feudal, sino la relación variada que sus partes mantenían: una autoridad enfrentada que, a veces, en ciertas circunstancias, se abiaban, y, por eso, intentaban buscar soluciones flexibles.

 

La propaganda en torno al conflicto sucesorio de Enrique IV (1457-74)

por Shima Ohara

El problema sucesorio de Enrique IV es uno de los temas más investigados en la historia política medieval, pero hoy en día aún no se ha encontrado una respuesta sobre esa “sucesión incierta” a causa de enfocarse en el marco del derecho sucesorio exclusivamente. En realidad aquel era un tiempo de guerra civil y no se respetaban bulas, pactos, ligas o testamentos, que pueden ser una fuente de la ley. Por lo tanto la ejecución de la ley era inestable. Además se puso énfasis en el problemas de sangre y eso no hacía tener significación definitiva a la ley. Existe la opinión de que la subida al trono de Isabel se realizó con poder militar nobiliario, pero los partidarios isabelinos eran sólo los Enriquez, los Manriquez y el arzobispo de Toledo. Aquí tratamos este temas nuevamente en un contexto social más amplio y analizamos los documentos desde otro punto de vista.

La palabra clave de este reexamen es propaganda, pero el estudio de la propaganda medieval se queda en lo conceptual, trata el conjunto de la baja Edad Media ignorando el carácter específico de cada época. Como no queda registrada la “voz del pueblo”, el papel del pueblo se ha creído como imposible de aclarar y el sistema de propaganda queda definido ambiguamente. Por lo tanto estudiar la guerra oculta en la sucesión de Enrique IV servirá para aclarar el papel concreto de la propaganda, cómo la teoría se llevó a la práctica y el panorama general de la época.

La figura del rey se divulgaba a través de la Avisación, Cortes, etc., y todo ello lo aprovechó la nobleza para su ventaja como manifiesto de quejas y agravios contra Enrique IV a partir de 1457 tras el pacto entre los musulmanes y el Rey. Se formaron suplicaciones sucesivas de la nobleza contra Enrique IV, se desarrollaron con el tiempo por intermedio de la promoción de Beltrán de la Cueva en 1464, y se llegó a decidir la deposición del rey alabando al nuevo rey Alfonso XII. Esta propaganda contra Enrique IV ayudó a dar base a la legitimidad del Isabel.

Tras la muerte de Alfonso XII, Isabel insistió en su derecho sucesorio en vez de Juana, la hija de la reina, siguiendo la causa de Alfonso, pero sólo consiguió divulgar una imagen legítima gracias a una constante actividad propagandística entre los reinos peninsulares y otros reinos europeos, y los esloganes antienriqueños “el rey de herejía”, “impotente”, “mal gobernador”, etc. se convirtieron en la ideología gobernante de aquella época.

Los medios de comunicación del siglo XV se caracterizaron por la transformación del pergamino a papel, el paso del latín a la lengua vulgar y la introducción de la imprenta. El número de las obras literarias puede superar el millar. Con tal trasfondo, crónica, carta circular, copla, poema satírico, etc., eran los medios entre la gente familiarizada con la cultura de las letras.

Tal corriente política y la propaganda están relacionadas con las ciudades y villas. La etiqueta de Enrique IV “menosprecio a la ley” tenía amplio sentido. En las ciudades como desprecio a la ley se interpretaba las “mercedes de realengo a la nobleza sin consentimiento de la ciudad” y las revueltas antiseñorización contra Enrique IV se unieron con la causa isabelina. Un medio muy importante de la corte a local son las cartas circulares y se dirigían cuidándose mucho de que el tenor de la carta se divulgase a todos. Dichas suplicaciones se entendían no sólo alrededor de la nobleza sino la nobleza las informaba a los vecinos circulando de la plaza a la iglesia. Antes de la Farsa de Ávila, Junta, batalla de Olmedo, el rey o la nobleza intentó convencer a los vecinos con antelación para conseguir gritos favorables del pueblo.

El clero también luchó dividiendo cada partido, a nivel comarcal sus predicaciones eran un muy importante medio de propaganda. Lo utilizaron el arzobispo de Toledo, los obispos de Cuenca, Burgos, etc. El rumor, intentado por la nobleza, también constituye un muy importante medio en la Edad Media porque no permite distinguir la falsedad o la verdad. Tras imponer Regimiento por Alfonso XI, el pueblo se excluyó de la política, pero en el siglo XV aumentó el acceso e interés por el saber y empieza formarse la clase de la burguesía. En concejo abierto los vecinos participaban en voz alta y participaron en la revuelta contra régimen señorial como podremos ver en el caso de Sepúlveda. Aunque no tiene poder político organizado, la voz de pueblo tenía cierta importancia.

La sucesión de Isabel no es mero golpe de corte, y hay que analizarla desde varios puntos de vista resultando la historiografía tradicional demasiado estricta y documentalista. Hay que enfocarlo desde el “poder informal” y ver el espacio social entero. La propaganda no tenía un papel meramente secundario, sino que puede surgir a través de él un gran poder invisible y puede ser el origen de coordenadas para ver el espacio total.

 

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